sábado, 19 de julio de 2014

Cuando uno quiere entender un motor, debe desarmarlo para poder comprender la función que cumple cada pieza para todo el conjunto. 
Cuando uno quiere conocerse a sí mismo debe aprender a desarmarse y explorar todas sus piezas psicológicas y emocionales para poder entender la función que cumplen en su vida. 



¿Qué es la meditación?
La meditación es una dinámica para liberar la conciencia de la incesante actividad del pensamiento. La mente es inquieta por naturaleza y siempre está proyectando todos los contenidos que ha acumulado en el pasado. Esta agitación inconsciente limita nuestra percepción de la realidad, genera tensión y condiciona todas nuestras acciones. La meditación es una forma de abordar, entender y resolver esa problemática de la mente humana que es el origen del sueño de la conciencia. Existen muchas clases de meditación. La clásica o tradicional se basa en prestar atención a la inquietud de la mente, evitando sumergirse en todos los pensamientos que van surgiendo de ella. Cuando no hay identificación con los pensamientos, la mente se aquieta y la conciencia se libera. Sin embargo, la libertad que ofrece esta clase de meditación es “condicional” y se pierde una vez que volvemos a enfrentarnos con los eventos de la vida. Existe otra clase de meditación que no persigue la quietud de la mente sino la comprensión de su actividad. Es la meditación del auto conocimiento o meditación reflexiva. Esta meditación consiste en estudiar y cuestionar todos los contenidos de la mente para poder entender su actividad desde las raíces y alcanzar comprensión de los procesos psicológicos que se manifiestan detrás de cada uno de nuestros actos. Meditando podemos descubrir que muchas de nuestras tendencias, creencias, temores, prejuicios, manías, complejos, etc. Existen y permanecen en nuestra psicología porque jamás hemos cuestionado ni revalorizado sus fundamentos ilusorios, absurdos y contradictorios. Cuando observamos y comprendemos los procesos, vínculos y organización de nuestra estructura mental, no solo liberamos la conciencia de todas las cargas absurdas e innecesarias. También rescatamos la sabiduría y el entendimiento que nos puede ofrecer el estudio de la psicología humana. Por eso se dice que “La meditación es el pan del sabio”.
La meditación del auto conocimiento es fundamental para el surgimiento de la madurez y de una recta percepción de la vida. Debería ser tan importante y cotidiana para el ser humano como comer o como la satisfacción de cualquier otra necesidad básica principal. Esta meditación es sencilla y no requiere de posturas místicas, complicaciones ni artificios de ningún tipo. La verdadera meditación está muy lejos de todas las figuras románticas, pseudo místicas y extravagantes que actualmente son difundidas por todos lados.

Los procesos psicológicos
Conocerse a sí mismo a través de la meditación es descubrir y entender los innumerables procesos que constantemente tienen lugar en nuestra psicología. Un proceso psicológico es una cadena de información que se manifiesta detrás de todo gesto, palabra, sentimiento o acción.
Todas nuestras acciones tienen un fundamento oculto que se extiende hacia el interior de nuestra psicología como la raíz de un árbol llena de ramificaciones. El agrado, la cobardía, la atracción, la envidia así como todas las conductas y sentimientos buenos y malos se apoyan sobre información que alguna vez se introdujo en alguna experiencia de la vida. La mayoría de personas se entregan a sus sentimientos y reacciones sin saber cuáles son las bases y fundamentos de las mismas. Recordemos que casi todos los actos humanos poseen motivaciones ocultas que son desconocidas por su propio autorNos haremos conscientes de esto si ponemos en actividad el cuestionamiento y la atención receptiva. Entonces no solo podremos percibir los actos, gestos y sentimientos que se manifiestan en nuestra conducta exterior, sino también las raíces que los originan. El hecho de observar los diferentes eslabones de nuestros procesos psicológicos nos permite descubrir el grado de ilusión, incoherencia y contradicción que caracteriza la mayoría de nuestros contenidos mentales en los que nos apoyamos para actuar. Entonces de esta percepción surge la comprensión.

¿Qué es la comprensión?
La comprensión es DARSE CUENTA de algo. Comprender es revalorizar nuestra perspectiva con nuevas percepciones. La comprensión adviene cuando nuestra conciencia entiende algo a través del contacto directo con el fenómeno. También es lo que se conoce como “tomar conciencia”.
A través de la meditación del auto conocimiento podemos percibir la verdad que está contenida en nuestros valores psicológicos. De este contacto surge espontáneamente la comprensión y de la comprensión surgen el cambio, la sabiduría y la libertad autentica. El contacto con la verdad es liberador y por eso decía Jesús: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” Todas Las contradicciones que cargamos en la psicología se revelan cuando las observamos atentamente sin la influencia de los prejuicios, condenas o justificaciones. Entonces surge la comprensión.


Represión vs comprensión
Cuando pretendemos modificar nuestros actos sin adquirir comprensión de los mismos, terminamos produciendo cambios superficiales que están fundamentados en la represión.
Al reprimir contenemos una actitud pero no la cambiamos. Las conductas reprimidas son restringidas por la voluntad, pero en el fondo siguen existiendo y luchando por manifestarse.
La meditación es una herramienta muy importante cuando aspiramos al cambio verdadero y radical, porque nos permite entender el funcionamiento y la estructura del sistema psicológico en el que se fundamentan todos nuestros actos y determinaciones.
La mayoría de personas que quieren modificar algo de sí mismas cometen el error de luchar y controlar superficialmente sus conductas o actitudes sin trabajar sobre ellas en el campo psicológico donde se originan. Esto es similar a una persona que quiere quitar un árbol de su patio o jardín y lo poda superficialmente dejando intactas las raíces. Cuando las raíces permanecen, el árbol sigue vivo y continua alimentándose a un nivel imperceptible. Es solo cuestión de tiempo para que vuelva a retoñar nuevamente a la superficie. Así mismo, todas las conductas reprimidas pueden ser contenidas por mucho tiempo, pero en el fondo las causas continúan vivas porque no han sido comprendidas.


La observación no solo es la capacidad de percibir las cualidades y fenómenos del mundo externo por medio del sentido de la vista. También existe el sentido de observación interior que nos faculta para percibir los procesos mentales y emocionales que se manifiestan en nuestra psicología.La observación exterior, así como la interior es un estado que requiere de atención consciente.
Con la participación de la atención la observación deja de ser un simple sentido de percepción y se convierte en una herramienta de estudio. En este caso no solo participa el sentido de la vista, sino que también cuenta el aporte de los demás sentidos.
El sentido de observación interior, también conocido como “auto-observación” es el fundamento principal del conocimiento de uno mismo. Gracias a él podemos descubrir todos los sistemas psicológicos con los que estamos programados y comprender los engranajes de nuestro condicionamiento.


El atrofiamiento de la observación
Uno de los obstáculos más rotundos para el auto conocimiento, para el despertar y para la comprensión de cualquier cosa es el estado de atrofiamiento en que se encuentra nuestra capacidad de observación tanto exterior como interior. Hemos desarrollado por costumbre el estado de inatención y vivimos sumergidos en ocupaciones psicológicas involuntarias, en proyecciones fantasiosas, especulaciones, recuerdos y diálogos internos que obstruyen toda nuestra capacidad receptiva.
A lo largo del día nuestros sentidos entran en contacto con muchas cosas de las cuales observamos muy pocas. Cuando estamos inatentos podemos leer toda una página de un libro y darnos cuenta al final que no recordamos nada de lo leído. Podemos estar frente a objetos que pasan inadvertidos para nuestra vista. Podemos escuchar las palabras de una persona sin captar nada de lo que está diciendo.
La observación no solo requiere del aporte de los sentidos, sino de la presencia de un estado receptivo de atención. Cuando el estado de atención se pierde no podemos ver, escuchar, ni captar nada que este más allá de lo que nosotros mismos emitimos.
El atrofiamiento de la atención no solo nos vuelve incapaces para percibir la realidad externa, sino que también nos impide hacernos conscientes de lo que ocurre y se manifiesta constantemente en nuestra psicología. Si no podemos observarnos internamente, no estaremos en capacidad para tomar conciencia de todas las contradicciones psicológicas y emocionales que nos caracterizan. No podremos percibir la estructura de nuestros sistemas psicológicos y por lo tanto estaremos distantes de la comprensión, del despertar, de la sabiduría y del cambio.
Diferenciar pensamiento de observación
Observación y pensamiento son dos estados en los que puede manifestarse nuestra atención.
Ambas son actividades que tienen lugar en el mundo interior. Que debemos estudiar, conocer y diferenciar.
Con la observación la atención se manifiesta en estado receptivo y por eso nos faculta para descubrir. Cuando entramos en contacto con algo nuevo tenemos que observarlo atentamente para entenderlo y conocerlo. No podemos utilizar el conocimiento acumulado por el pensamiento para descubrir y comprender lo nuevo. Por eso podemos decir que la observación nos permite ingresar a la esfera de lo desconocido.
El pensamiento y todas las actividades emocionales que lo acompañan no es receptivo sino emisor. Reproduce la información que hemos registrado en el pasado. Cuando percibimos las cosas a través de valores y etiquetas mentales, las asociamos con las clasificaciones y emociones de experiencias pasadas. A diferencia de la observación, los procesos de reconocimiento e interpretación del pensamiento pertenecen a la esfera de lo conocido.
El pensamiento y la observación son estados de atención que pertenecen a esferas opuestas. Con la observación somos receptores de lo desconocido y con el pensamiento emisores de lo conocido.
Cuando la atención se sumerge en la reproducción incesante de lo acumulado y conocido, se duerme y vuelve incapaz de percibir y descubrir lo nuevo. Este estado es conocido como “sueño de la conciencia”.
Cuando la atención se manifiesta receptiva a través de la observación puede descubrir y captar lo nuevo. Percibir la realidad sin distorsiones, tal como es. Este estado de la atención permite el descubrimiento y el contacto con la verdad que conducen a la sabiduría y al despertar de la conciencia. Por eso todos los grandes sabios y maestros de la sabiduría enseñaban la importancia de recuperar el estado de atención receptiva y de observación.
El pensamiento y la observación son dos estados psicológicos sutiles y por eso tendemos a confundirlos. Sin embargo, estudiándolos podremos reconocer sus diferencias.
Podemos reconocer que un pájaro está cantando pero eso no quiere decir que le estemos prestando atención.
Podemos reconocer el paisaje de un camino pero eso no quiere decir que lo estemos observando.
Podemos opinar afirmando que una actitud psicológica es buena o mala pero eso no quiere decir que la estemos observando.
Podemos reconocer que estamos siendo dominados por un estado psicológico perjudicial, pero eso no quiere decir que lo estemos observando.
Solemos pensar que estamos observando algo cuando en realidad lo estamos reconociendo o asociando a las clasificaciones del pensamiento. Una vez que clasificamos las cosas, las damos por conocidas y dejamos de ser receptivos a ellas.
Para que haya observación y descubrimiento en el mundo exterior debemos prestar atención para ver, escuchar, palpar, gustar y oler como si fuera la primera vez.
Para que haya observación y descubrimiento en el mundo interior debemos prestar atención para percibir nuestros estados psicológicos, sus cualidades, causas y efectos como si fuera la primera vez.
La sabiduría que proviene de la observación no necesita ser acumulada porque ella siempre viene acompañada de su propio impacto. El conocimiento de la mente está formado de figuras acumuladas que se olvidan con el tiempo. Porque no fueron obtenidas por la experiencia directa ni fijadas en la conciencia por el impacto de la comprensión.


Estudiarse a sí mismo
Para conocerse hay que aprender a estudiarse a sí mismo; lo que implica observar atentamente todo cuanto hacemos, decimos, hablamos, pensamos y sentimos.
Observar atentamente todas nuestras respuestas, impulsos, temores, deseos, intereses, omisiones, etc.
Observar atentamente las causas de nuestros estados psicológicos y acciones, así como también sus respectivos efectos.
Observar atentamente nuestras relaciones con personas, ambientes y situaciones, así como también los procesos psicológicos que se mueven detrás de ellas.
Para conocerse a sí mismo hay que observar atentamente el fenómeno de la vida en todas sus áreas y detalles.
Estudiar es descubrir lo desconocido. Por eso es una actividad que pertenece a la esfera de la observación y no del pensamiento. Estudiar no es memorizar, no es rotular, no es clasificar, no es aceptar o rechazar.
Debemos estudiarnos a sí mismos como si fuéramos un biólogo que se interna en el bosque intentando comprender el comportamiento de una especie desconocida por la ciencia. El biólogo no puede apoyarse en ninguna teoría conocida para entender una especie jamás estudiada. Debe buscar el animal y observarlo atentamente sin aportar nada de sí mismo.


Observador y observado
Para conocernos a sí mismos debemos aprender a dividirnos interiormente en observador y observado. La atención es la parte receptora. El observador.
Los pensamientos, emociones, deseos, etc. son la parte emisora. Lo observado.
Cuando nos dividimos en observador y observado, somos tanto quién estudia como el elemento que es estudiado. Esta división nos permite descubrir y entender los estados psicológicos que se nos manifiestan sin identificarnos con ellos. Como si estuviéramos estudiando a otra persona.
El yo revela todo su contenido si se le cuestiona como el psicoanalista lo hace con su paciente. Así podemos preguntarle: ¿Qué es lo que busca con esa actitud? ¿Cuáles son sus causas? ¿Por qué produce estas sensaciones? ¿De donde aprendió eso? ¿Por qué? Etc. Cada estado psicológico nos irá revelando su contenido, permitiéndonos tomar conciencia de su estructura, razón de ser, fundamentos, causas, vínculos con otros estados, etc. 


¿Qué es el conocimiento de sí mismo?
Conocerse a sí mismo es acceder al entendimiento profundo de la naturaleza humana, de la vida y del universo externo e interno. No por medio de teorías, sino a través de múltiples observaciones y tomas de conciencia. 
Conocerse es comprender la forma como nos desenvolvemos en la vida y tomar conciencia del vasto universo psicológico que se procesa detrás de todas nuestras acciones, palabras, determinaciones, gustos, disgustos, etc.
Nos conocemos cuando estudiamos de manera impersonal todos los fenómenos que se nos presentan en la vida. Cuando escudriñando y prestando atención nos hacemos conscientes de la verdad tal como es. De este conocimiento surgen la comprensión, la madurez, la autonomía, la libertad psicológica y la sabiduría.
Podría decirse que el auto conocimiento es filosofía, si se comprende que el significado original de esta palabra es “amor a la sabiduría”
El descubrimiento, comprensión y experiencia de los mundos internos nos revelan la posibilidad de hacer un trabajo en los campos sutiles e imperceptibles de nuestro ser. 


¿Por qué estudiar y practicar el auto conocimiento?
Existen diversas razones que debemos considerar para comprender la importancia de conocernos a sí mismos...


1. No nos conocemos a sí mismos:
Solemos creer que nos conocemos a sí mismos porque nos identificamos con una serie de atributos y condiciones superficiales como un nombre, apellido, color de piel, nacionalidad, profesión, nivel educativo, económico, inclinaciones políticas, religiosas, etc. Curiosamente, todas estas cosas que juzgamos propias de nuestra individualidad son producto de la influencia y de la imitación. Fueron tomadas del entorno, de la cultura y de la tradición.
Nuestra psicología esta edificada con materiales prestados. Posee una estructura supremamente compleja de la que tan solo conocemos la capa más superficial. Todas nuestras actitudes, hábitos, creencias, temores, etc. tienen un profundo trasfondo inexplorado que las soporta y sostiene.
La percepción superficial sumada a la carencia de cuestionamiento no nos permiten darnos cuenta que los pilares secretos en que nos apoyamos para existir están edificados en contradicción los unos con los otros. Hemos grabado del entorno un programa existencial con todas sus incoherencias y absurdos, y no nos damos cuenta que esto se refleja en nuestra vida en forma de problemas, condicionamiento y sufrimiento.
Nuestras acciones y forma de ver la vida sufrirían una trasformación radical si conociéramos las bases en que están apoyadas.
Cuando uno se hace consciente de lo poco que se conoce, da el primer paso en el camino del auto conocimiento. Entonces abre la puerta a un mundo inexplorado lleno de posibilidades y comienza a participar en la aventura de su propio despertar.

2. Ignoramos que tenemos la conciencia profundamente dormida:

La mayoría de hombres pasamos toda la vida sumergidos en un profundo sueño. Sin embargo, lo trágico del asunto no es vivir dormido, sino ignorar el hecho y suponer que se vive despierto y con consciencia de Ser. Si supiéramos que vivimos dormidos, hablamos dormidos, comemos dormidos, trabajamos dormidos, caminamos dormidos, nos relacionamos dormidos, etc. Tal vez, en base a ese conocimiento, comprenderíamos la importancia de despertar.
El sueño de la conciencia se procesa aunque tengamos los ojos abiertos. Nos hemos acostumbrado a vivir en distracción e inatención permanente. Abstraídos en sentimientos y actividades psicológicas involuntarias que no se corresponden con la realidad. La mente está siempre emitiendo información e imágenes en relación a todas las cosas. Clasificando, dialogando, suponiendo, imaginando, etc.
Vivimos contemplando una película psicológica desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Algunas veces esta película puede ser trágica, negativa, fatalista y otras esperanzadora, pero su contenido siempre está distante de la realidad. Ni siquiera al dormir nos libramos de este proceso, porque en los sueños también se proyectan las fantasías, deseos y temores imaginarios que ocupan nuestra atención durante la vigilia.
Raras veces apreciamos la realidad tal como es porque todo lo interpretamos de acuerdo a los prejuicios, parámetros, dogmas y conceptos que hemos acumulado a lo largo de la vida.
Nuestra conciencia pasa la mayor parte del tiempo abstraída en la proyección del pasado y del futuro, motivo por el cual somos insensibles a lo verdadero que se procesa en el momento presente.
Acostumbramos a vivir como robots, reincidiendo siempre en los mismos hábitos psicológicos que nos hacen sufrir y por los cuales cometemos una y otra vez los mismos errores. Si nos conociéramos a sí mismos podríamos percatarnos del estado de inconsciencia en el que vivimos constantemente; lo que nos permitiría comprender la posibilidad e importancia de DESPERTAR.

3. Ignoramos que ignoramos:
Todas las personas sabemos muchas cosas, poseemos ideas acumuladas sobre diversos temas, desarrollamos opiniones y una visión particular de la vida. Seguramente hemos pasado por colegios y universidades. Hemos adquirido títulos y desarrollado habilidades intelectuales, profesionales, comerciales, etc. ¿Pero qué tanto hemos comprendido la vida y el significado del paso que hacemos por ella?
Creemos que sabemos mucho porque poseemos una inmensa variedad de conocimientos sobre el campo externo de la vida y no nos damos cuenta que en relación a lo interno podemos estar en condición de analfabetas. Desconocemos que la verdadera ignorancia consiste en no conocerse a sí mismo y en no poseer entendimiento sobre las realidades trascendentales de la vida.
Hemos desarrollado un juicio distorsionado que también cuenta como ignorancia, porque nos hace ver lo secundario como prioritario, lo ilusorio como real, lo feo como bello, lo útil como inútil, lo que carece de valor como valioso, lo perjudicial como benéfico y viceversa. Esta clase de ignorancia motiva los actos absurdos de los cuales surgen las diversas formas de sufrimiento.
Curiosamente, podemos vivir en condición de intelectuales, doctores, profesionales o eruditos sin darnos cuenta que en el fondo nunca hemos dejado de ser ignorantes. Consideramos completa nuestra educación por aprobar cursos en instituciones educativas que solo nos preparan para encajar en el mundo y para cumplir una función en él.
¿Qué valor tiene poseer las ciencias que nos permiten vivir de forma productiva y eficiente cuando se carece de comprensión sobre lo interior, sobre los problemas humanos más cotidianos, sobre nuestros rasgos de inmadurez, sobre la naturaleza pasajera de todas las cosas, sobre las leyes que rigen la naturaleza, etc.?
El estudio de la historia nos demuestra que el progreso de nuestra civilización ha sido exclusivamente superficial y que en el nivel humano, en cuanto a sabiduría y comprensión de la verdad continuamos siendo medievales.
Las ciencias de la religión y de la filosofía han permanecido estancadas y actualmente se abordan de la misma forma a como se hacía siglos atrás.
La ignorancia ha sido desde la antigüedad una nociva tradición que se transmite de generación en generación.
Adoptamos como propias las filosofías existenciales que tomamos prestadas y acostumbramos a usarlas como fundamento para edificar nuestra vida. Las aceptamos sin observarlas ni cuestionarlas, solo porque son válidas en el entorno y porque otros también las aceptan.
Si reconociéramos que en relación a la vida, a lo interior y a la verdad nos hace falta mucho por entender, entonces abriríamos la posibilidad para acceder a otra clase de sabiduría.

4. No somos libres
La mayoría de personas consideran la libertad exclusivamente como una condición relativa al medio externo. Sin embargo, también existe la libertad interior, en relación a la cual podemos desconocer nuestro estado de esclavitud.

Si nos conociéramos a sí mismos podríamos darnos cuenta que en nuestro mundo interior hemos creado leyes, parámetros y condicionamientos que nos impiden ser libres e independientes. Descubriríamos que aunque externamente seamos libres, en lo interior somos prisioneros de nuestras supersticiones, manías, prejuicios, creencias, temores, obsesiones, deseos, vanidades, dependencias, vicios, etc.
Vivimos en una cárcel al aire libre que nos acompaña a todos lados. Podemos viajar a una isla paradisiaca y sin embargo seguiremos siendo presos y continuaremos experimentando los estados anímicos de un interno.
Si frecuentamos constantemente las distracciones y entretenimientos, es para poder fugarnos parcialmente de la cárcel interior dónde la vida es amarga, condicionada, tediosa y difícil.
Lo curioso de este asunto es que muy pocos anhelan la libertad y por el contrario, son muchos los que aman sus cadenas. Como pájaros nacidos en cautiverio, desarrollamos apego a nuestra jaula, a la comodidad y seguridad que nos ofrece en relación al reto revolucionario de la libertad.
Absurdo es pensar en derrocar a los tíranos del mundo exterior, cuando en lo interior estamos subyugados por nuestros propios condicionamientos.
Iluso es creer que se elige cuando no hemos desarrollado la sabiduría para ser autónomos y por lo tanto actuamos de forma masiva e inconsciente.
Los países que se consideran soberanos e independientes están poblados por hombres que son esclavos de sí mismos. La libertad exterior siempre será una fábula mientras no se haya conquistado primero la libertad interior.

5. No conocemos el amor
La palabra amor se usa deliberadamente para definir muchas cosas y para fundamentar muchos actos que nada tienen que ver con su significado legítimo. Es fácil confundir el amor con muchos sentimientos y sensaciones como el placer, el deseo, el apego, los celos, la dependencia, la necesidad, la satisfacción, etc.
Damos por sentado que somos conocedores del amor porque tal vez nunca hemos descubierto las contradicciones que hay en aquellos sentimientos con los que “amamos”.
Consideramos que todos los afectos y emociones que experimentamos hacia un pequeño y selecto número de personas son manifestaciones de verdadero amor. Sin embargo, si observáramos nuestras actividades afectivas podríamos descubrir que la mayoría de veces están motivadas por alguna clase de interés. Nuestros gestos de cariño, respeto y amabilidad tienden a ser una expresión estratégica para conseguir algo. ¿No son aquellas personas que más amamos, de quienes más esperamos? Entonces, eso que llamamos amor en realidad puede ser un protocolo, un compromiso o un simple intercambio de intereses afectivos. 
El verdadero amor es algo que está más allá de los sentimentalismos románticos y las frases poéticas que se expresan en palabras y no en los hechos. Es libre e incondicional. Lo que muchos hombres acostumbran a llamar amor tiende a ser una refinada y romántica expresión de egoísmo.
No podremos descubrir, conocer y participar del verdadero amor mientras continuemos creyendo que los actuales sentimientos que median nuestras relaciones son expresiones del amor. 
Si conociéramos el amor sería imposible la existencia de las discriminaciones, guerras, abusos, tiranías, violaciones, partidos religiosos, rivalidades, injusticias, miseria, etc. 
Si el amor fuera el pilar fundamental de nuestras vidas serían innecesarios los ejércitos, las leyes, los códigos civiles y las constituciones. 
El amor es el origen de muchas expresiones que hacen falta en este mundo. Una de ellas se llama “el respeto”.
Para liberar el verdadero amor es necesario cuestionar y revalorizar los conceptos que hemos desarrollado sobre él. Por esta razón, un ser que no está capacitado para conocerse y revalorizarse, tampoco estará capacitado para amar

¿Qué es el ego?

El ego es la suma de valores y atributos psicológicos que le dan forma al personaje que estamos convencidos de ser. Ese individuo que se ubica detrás de la palabra “yo”, en el cual solemos establecer el eje de toda nuestra existencia.
En el mundo exterior nuestro ego posee un lugar, cargo y posesiones a su nombre. Sin embargo la sustancia de este personaje no es física, sino de naturaleza mental. Su existencia se apoya y fundamenta en información acumulada en la memoria. Es producto de la recordación de un historial de experiencias y de la cicatriz que deja el peso de la cultura en nuestra psiquis.
El ego está formado de materiales muy diversos que a manera de mercado hemos tomado del entorno y adoptado como propiedad personal diciendo: “Estas son: mi religión, mi nacionalidad, mi partido político, mi forma de ser, mis apetitos, mis inclinaciones sexuales, mis creencias, mis preferencias, mis ideales, mi forma de vestir, etc.”
Consideramos muy originales las adquisiciones que le dan forma a nuestro ego sin tener en cuenta que todas ellas fueron tomadas del medio al que pertenecemos. El contenido de nuestra psicología está confeccionado con fragmentos de la psicología colectiva y por lo tanto somos una representación y extensión del medio que nos influencia.

El sueño de la conciencia
La actividad del ego produce sueño de la conciencia y trastorno del entendimiento. Nos lleva a identificarnos con un personaje que no representa la realidad última de nuestro ser. Su condicionamiento distorsiona la manera como percibimos la realidad y la forma como nos desenvolvemos en ella. 
Al identificarnos con el ego desarrollamos un soberbio concepto de felicidad que se basa en el deseo de existir como la figura central de toda la creación. Por vivir de manera auto centrada establecemos la satisfacción personal como fin existencial y nos dedicamos a buscar nuestro bienestar aficionándonos a goces egocéntricos que originan insensibilidad, hastío, involución humana, adicción, compulsión, lucha y muchas formas de sufrimiento. En la carrera por la realización del yo nos convertimos en seres hostiles manejados por patrones psicológicos como la envidia, la ambición, la soberbia, el temor, etc. Enemigos de nuestros propios congéneres hacia los que expresamos comportamientos de violencia, inconciencia, injusticia, competitividad, discriminación, etc.
El ego es divisivo y su actividad nos hace experimentar rivalidad, odio y agresividad hacia personas que se identifican con otras creencias, con otros partidos políticos, con otras ideas religiosas, con otra nacionalidad, con otro idioma, con otra raza, etc.
Estamos atrapados en un dilema psicológico. Cercados por un programa mental que nosotros mismos hemos instalado. Cuando una persona puede ver esto y es sensible a esto, es un indicio de que está preparada para despertar.



DESCUBRIR Y COMPRENDER EL EGO
El objetivo principal del conocimiento de sí mismo es reconocer el trabajo que debemos hacer sobre el ego para comprenderlo y liberar la conciencia de su condicionamiento.
Este es el reto más grande que puede asumir un hombre… El de vencerse a sí mismo.
El emprendimiento de desintegrar el ego puede contemplarse como un trabajo que debemos hacer en el interior de nosotros mismos y que ha de realizarse en un segundo plano imperceptible a la par que nos desempeñamos normalmente en nuestros oficios cotidianos.
Su punto de partida es desarrollar el sentido de auto observación.

¿Qué es la auto observación?
Auto observarse es mantener un estado de atención receptiva para poder descubrir los diversos egos o yoes que se manifiestan en nosotros cuando interactuamos con personas, situaciones, lugares, oficios, etc.
En el trascurso del día afloran espontáneamente una gran gama de estados psicológicos que debemos observar en su debido momento a medida que van surgiendo. Cada uno de ellos se presenta como un ego independiente de los otros que se expresa con sus respectivos pensamientos, actitudes, deseos, sentimientos, estados de ánimo, etc. Debemos observar las diversas caras del ego como si fueran las asignaturas del auto conocimiento.
La auto observación nos permite descubrir el fundamento y trasfondo de todo el material psicológico que siempre se procesa repetitivamente en nosotros y entonces accederemos a la comprensión.
¿Qué es la comprensión?
La comprensión es el entendimiento que surge cuando se experimenta directamente una verdad. Es la consecuencia de darse cuenta de algo.
Los descubrimientos derivados de la auto observación siempre vienen acompañados de un impacto que sacude, agrieta y derrumba nuestros cimientos psicológicos. Producen transformación, liberación, revolución y sabiduría.
De la comprensión aflora el arrepentimiento sincero y el anhelo compensar las faltas en que hemos incurrido por vivir inconscientemente.
La comprensión disuelve la ignorancia y el ego que es uno de sus derivados.
Si queremos acceder a la comprensión debemos observar con atención cada uno de los yoes que componen nuestro ego y de esta forma acceder a revelaciones como:
- Cómo un yo mantiene dormida y condicionada nuestra conciencia.
- Cómo un yo nos lleva a los excesos y desequilibrios.
- Cómo los fundamentos de un yo son absurdos, irreales, contradictorios, etc.
- Cómo un yo nos degenera y nos hace dependientes a la sensación de vibraciones inferiores.
- Cómo un yo es un estado interior irreal y transitorio.
- Cómo un yo nos produce sufrimiento a sí mismos y a los demás a corto medio o largo plazo.
- Cómo un yo nos hace realizar acciones injustas, erróneas, conflictivas, etc.
- Cómo un yo origina karma y nos llena de ataduras.
- Cómo un yo nos aleja de nuestro real ser.
- Como un yo nos hace gastar energía inútilmente.
- Cómo los yoes nos impide ponernos en el lugar de nuestros semejantes.
- Etc..